Queridos hijos, soy la Reina de la Paz y he venido del Cielo para traeros la paz. Doblad vuestras rodillas en oración, pues solamente así encontraréis fuerzas para soportar el peso de las pruebas que están en camino. La Tabla será pisoteada y lo Sagrado será despreciado. El dolor será grande para los hombres y mujeres de fe. La verdad no encontrará espacio en muchos lugares y aquellos que la defienden beberán el cáliz amargo del desprecio. He aquí el tiempo de los dolores para los justos. La gran batalla entre el bien y el mal será intensa y muchos perderán la verdadera fe. El demonio causará confusión en la Casa de Dios y muchos fervientes en la fe abandonarán la verdad. Yo quiero ayudaros, pero depende de vosotros lo que hago. ¡Estad atentos! Dad lo mejor de vosotros y seréis recompensados generosamente. Acoged Mis Llamados y seréis grandes en la fe. No os apartéis de la oración. No os olvidéis: En la Eucaristía está vuestra victoria. Este es el mensaje que hoy os transmito en nombre de la Santísima Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Yo os bendigo en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en paz.

Queridos hijos, apartaos del mundo y vivid vueltos hacia el Señor que os ama y os llama a la santidad. No os olvidéis: Todo en esta vida pasa, pero la Gracia de Dios en vosotros será eterna. Sabed que Mi Jesús ha preparado para vosotros aquello que los ojos humanos jamás han visto. Luchad contra el pecado y buscad el Cielo. No seáis esclavos del pecado. Sois libres para servir al Señor. La humanidad está enferma y necesita ser curada. Arrepentíos y buscad la Misericordia de Mi Jesús en el Sacramento de la Confesión. Fortaleceos en la Eucaristía. El Cielo debe ser siempre vuestra meta. Tiempos difíciles vendrán y solamente por la fuerza de la oración podréis permanecer firmes en vuestra fe. Conozco a cada uno de vosotros por el nombre y rogaré a Mi Jesús por vosotros. ¡Adelante por el camino que os he señalado! Este es el mensaje que hoy os transmito en nombre de la Santísima Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Yo os bendigo en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en paz.