Queridos hijos, amad al Señor. Quien ama y vive como Su deseo contemplará el rostro de Dios. Vuestra vida en la Tierra trae momentos felices para vosotros, pero nada se compara con lo que Dios ha preparado para Sus elegidos. En vuestra caminada, a menudo encontráis situaciones que tienden alejaros del Señor. Estad atentos. Estáis en el mundo, pero las cosas del mundo no son para vosotros que pertenecéis al Señor. Vivid vueltos al Paraíso para los que únicamente fuisteis creados. Dios llama. Su llamada es para todos, aunque muchos usan su libertad de manera egoísta, elegen el camino de la oscuridad. Mi Jesús es la Luz del mundo y todos aquellos que siguen a Él encontrarán la verdadera felicidad ya aquí en la Tierra y más tarde Conmigo en el Cielo. He aquí el tiempo que os he anunciado en el pasado. Doblad vuestras rodillas en oración. Las decisiones para el bien de la Iglesia causarán gran confusión. Quedad con la verdad. No os alejéis del camino que os he señalado. Este es el mensaje que hoy os transmito en nombre de la Santísima Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Os bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en paz.