Queridos hijos, sois el Pueblo Elegido del Señor y Él os ama. Os pido: Dadme vuestras manos y Yo os conduciré por el camino de la santidad. Vivís en un tiempo peor que el tiempo del Diluvio y ha llegado el momento de vuestro retorno. Sed mansos y humildes de corazón y tendréis el Cielo como recompensa. No temáis! El mañana será mejor para los hombres y mujeres de oración. Aún tendréis largos años de duras pruebas, pero no retrocedáis. El Señor enjugará vuestras lágrimas y veréis las Maravillas de Dios con el Triunfo Definitivo de Mi Inmaculado Corazón. Os conozco a cada uno de vosotros por el nombre y deseo que, en todo, Dios ocupe el primer lugar en vuestras vidas. ¡Adelante en la defensa de la verdad! En este momento, hago caer del Cielo sobre vosotros una extraordinaria lluvia de gracias. ¡Coraje! No habrá derrota para los justos. Este es el mensaje que hoy os transmito en nombre de la Santísima Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Yo os bendigo en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en paz.