Queridos hijos, dadme vuestras manos y Yo os conduciré por el camino de la santidad. No perdáis vuestra esperanza. Dios está en el control de todo. Confiad en Él, que ve lo oculto y os conoce por vuestro nombre. Vivís en el tiempo peor que el tiempo del Diluvio y ha llegado el momento de vuestro regreso. Apartaos del mundo, pues sois pertenencia del Señor y solamente a El debéis seguir y servir. Vosotros estáis en Mi Inmaculado Corazón y a nada debéis temer. Escuchadme. Vosotros tenéis libertad, pero lo mejor es hacer la Voluntad de Dios. Estad atentos para no ser engañados. Vivís en el tiempo de la confusión espiritual y solamente la verdad será vuestra arma de defensa contra los enemigos de Dios. No arrojéis fuera las bendiciones recibidas en vuestros continuos encuentros con Mi Hijo Jesús. No rechacéis las bendiciones recibidas en los Sacramentos, verdaderos canales de la Acción Salvadora de Mi Hijo Jesús en vuestras vidas. Coraje! El mañana será mejor para los justos. ¡Adelante por el camino que os he señalado! Este es el mensaje que hoy os transmito en nombre de la Santísima Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Yo os bendigo en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en paz.