Queridos hijos, fuistéis creados por Dios para vivir en la tierra, pero teniendo siempre el corazón vuelto hacia las cosas del Cielo. Continuad haciendo el bien a todos, especialmente a los pobres y abandonados. Viváis el ejemplo de vuestros santos. Vivid especialmente a ejemplo de la Santa Protectora de los Pobres, vuestra Hermana y Sierva de Dios, Sor Dulce. Ella está hoy en el Cielo al lado de Mi Hijo, y de allí reza por vuestra conversión y por la salvación del mundo. Su ejemplo de vida fue consuelo para el corazón de Mi Hijo; su disponibilidad en el servicio del Señor fue remedio para los dolores de muchos brasileños, de modo especial, para los dolores de muchos hijos bahianos. Que todos tengan el valor de dar su testimonio de fe, así Mi Hijo se quedará feliz. Ayudad a todos aquellos que lo necesitan. Es en este mundo, y no en otro, que debéis hacer el bien. Por tanto, ayudad. Este es el mensaje que hoy os transmito en nombre de la Santísima Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Yo os bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en Paz.