Queridos hijos, libertaros verdaderamente de todo pecado y servid al Señor. Sólo en la verdad encontraréis vuestra liberación. No seáis esclavos del demonio. El demonio quiere que llevaros a la muerte eterna, pero Mi Jesús quiere salvaros. No tengáis miedo. Anunciad la verdad y Dios os bendecirá. Dejad que la Luz del Señor ilumine vuestra caminada, pues sólo así podéis encontrar a Jesús. Doblad vuestras rodillas en oración. Cuando estáis alejados de la oración os convertís en el objetivo del enemigo. Yo soy vuestra Madre y vine del cielo para socorreros. Sed fieles. Vuestra falta de lealtad os conduce a la esclavitud. Sois pertenencia del Señor. Fue por vosotros que Mi Jesús murió en la cruz. Escuchadme. He aquí el tiempo de vuestra decisión. Adelante sin miedo. Un acontecimiento doloroso se dará en Montreal y se repetirá en Río de Janeiro. Rezad, rezad, rezad. Este es el mensaje que hoy os transmito en nombre de la Santísima Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Os bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en paz.