Queridos hijos, vosotros pertenecéis al Señor y solamente a Él debéis seguir y servir. No os olvidéis: vosotros estáis en el mundo, pero no sois del mundo. Dad lo mejor de vosotros mismos y seréis recompensados generosamente. Huid del pecado. No permitáis que el demonio os esclavice. Cuando estáis alejados de la oración, os convertís en un objetivo del enemigo de Dios. Camináis hacia un futuro de grandes pruebas. Yo soy vuestra Madre y he venido del Cielo para socorreros. Sed mansos y humildes de corazón. Os pido que mantengáis encendida la llama de vuestra fe. Los malos pastores causarán gran confusión en la Casa de Dios y los verdaderos fieles serán víctimas de una terrible dictadura religiosa que se extenderá por todas partes. No retrocedáis. Vosotros podéis vencer al demonio por la fuerza de la oración. ¡Coraje! Yo os amo y estaré siempre con vosotros. Este es el mensaje que hoy os transmito en nombre de la Santísima Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Yo os bendigo en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en paz.