Queridos hijos, vuestro puerto seguro es Jesús. Depositad vuestra confianza y esperanza en Él, porque sólo así podréis alcanzar la victoria. Todo en esta vida pasa, pero la Gracia de Dios en vosotros será Eterna. Valorad los tesoros que el Señor os ofrece y no permitáis que el demonio os robe lo más valioso que tenéis. Apartaos del mundo y servid al Señor con amor y fidelidad. Os invito a hacer un profundo examen de conciencia y a arrepentiros de todo el pecado que se practicó en el pasado y que, aún hoy, os esclaviza y aleja del Amor de Dios, impidiendo que améis de verdad. Vosotros pertenecéis al Señor. Llenaros de Su Amor. Amad y perdonad. No os desviéis del camino del amor. El perdón os lleva a la liberación. Estad atentos a lo que os digo. Abrid vuestros corazones al Espíritu Santo y encontraréis fuerzas. Hay una gran reserva de bondad en vosotros, pero tened cuidado: el demonio os ciega espiritualmente y no podéis ver lo que viene de Dios. Buscad fuerzas en la Eucaristía. Vendrán tiempos difíciles, y sólo por la fuerza que viene de la Eucaristía podréis vencer el mal. Aún veréis gran confusiones y pocos permanecerán firmes en la fe. Sufro por lo que viene por vosotros. ¡Adelante en el amor y en la verdad! Este es el mensaje que hoy os transmito en nombre de la Santísima Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Yo os bendigo en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en paz.