Queridos hijos, vosotros sois Pertenencia del Señor y sólo a Él debéis seguir y servir. Abrid vuestros corazones al Señor y dejad que Él os transforme. No permitáis que las cosas del mundo os contaminen y os aparten del Camino de la Salvación. Sed dociles y aceptad la Voluntad de Dios para vuestras vidas. Conozco a cada uno de vosotros por el nombre y rogaré a Mi Jesús por vosotros. Vivís en el tiempo peor que en el tiempo del Diluvio y es el momento de vuestro regreso. No os crucéis de brazos. Dios tiene prisa. Lo que tenéis que hacer, no lo dejéis para mañana. Creed firmemente en el poder de Dios. Él está en control de todo. No perdáis vuestra esperanza. Alejaros de todo mal y regresad a Aquel que es vuestro Único y Verdadero Salvador. No os olvidéis: en las manos el Santo Rosario y las Sagradas Escrituras; En el corazón, el amor a la verdad. La humanidad se alejó de Dios porque los hombres se alejaron de la oración. Cuida tu vida espiritual. Coraje. Nada está perdido. Cuando os sintáis débiles, buscad fuerzas en la Eucaristía. Vuestra victoria está en el Señor. Camináis hacia un futuro de gran persecución. Los hombres y mujeres de fe beberán el cáliz amargo del dolor por amar y defender la verdad. La gran persecución vendrá también para vuestro Brasil. Aquello que os anuncié en el pasado vendrá. Sufro por aquello que viene para vosotros. Dadme vuestras manos y Yo os conduciré por camino seguro. Adelante sin miedo. Este es el mensaje que hoy os transmito en nombre de la Santísima Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Yo os bendigo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en paz.